Recuerdo de mi Muerte
Estaba allí quieta, casi blanca, con mi pelo almidonado y esparcido por los pliegues de la almohada. Mi frente llena de luz como si se tratara de la virgen, mis labios secos y juntos, mis brazos caían suaves y se encajaban sobre mi vientre, mis manos llenas de historias inconclusas se perdían entre las sabanas blancas, increíblemente blancas y en las que se podían adivinar mis piernas juntas como dos torres de un juego de ajedrez sin comenzar...
La luz que entraba, parecía celestial, por las ventanas entreabiertas que daban al jardín mas hermoso que podía existir sobre la tierra. Recuerdo que una vez, acostada en la hierba, me quedé dormida por largo rato en aquel jardín y soñé que todo aquello era el cielo, el paraíso a donde van las almas buenas... pero desperté y aún seguía ahí acostada imaginando cosas.
Imaginé que el árbol que me daba sombra me estaba hablando e imaginé que las flores que allí crecían se enamoraban de mi cabellera y se enredaban en ella. Imaginé tantas cosas que por muchos años después seguía imaginando en aquel mismo lugar. Ese fue el lugar que muchas veces apaciguo mi ira y otras emociones del corazón, ahí me encerraba tras puertas abiertas y descubría las formas de las nubes y conversaba con ellas... y reía y lloraba y soñaba y anhelaba junto a ellas, esas que están tan lejos de mí pero las sentía tan cerca que incluso las podía tocar...
Ahora todo eso se transforma en un grato recuerdo, que se repite una y otra vez hasta que sueñe tanto con volver a ese recuerdo que olvide cómo soñar. Y seguía ahí, como una princesa; bella, exuberantemente bella, la forma de la caída de mi pelo sobre mis hombros y la almohada me daba un toque de intocable, de divina y perfecta.
Estaba ahí, observándome; ¿observándome? Sí, observándome y cuidando de cada detalle de aquella habitación blanca y una cama donde estaba yo.
Y recordaba cosas en todo momento y un recuerdo me traía otro casi al instante. Recordé todas y cada una de las sensaciones placenteras que había experimentado en toda mi vida... recordé aquella flor en mi pelo que me coloqué delicadamente antes de dar un paseo, recordé el olor de la playa al amanecer, recordé el viento chocar en mi cara cuando corría, recordé también las caricias prohibidas, recordé la imagen perdida de mi primer amor, recordé el sabor de la lluvia acariciándome la espalda, recordé la luz de la luna y recordé tantas cosas que fui tan feliz que olvidé haberme visto a mí misma tiesa y sin vida.
La luz que entraba, parecía celestial, por las ventanas entreabiertas que daban al jardín mas hermoso que podía existir sobre la tierra. Recuerdo que una vez, acostada en la hierba, me quedé dormida por largo rato en aquel jardín y soñé que todo aquello era el cielo, el paraíso a donde van las almas buenas... pero desperté y aún seguía ahí acostada imaginando cosas.
Imaginé que el árbol que me daba sombra me estaba hablando e imaginé que las flores que allí crecían se enamoraban de mi cabellera y se enredaban en ella. Imaginé tantas cosas que por muchos años después seguía imaginando en aquel mismo lugar. Ese fue el lugar que muchas veces apaciguo mi ira y otras emociones del corazón, ahí me encerraba tras puertas abiertas y descubría las formas de las nubes y conversaba con ellas... y reía y lloraba y soñaba y anhelaba junto a ellas, esas que están tan lejos de mí pero las sentía tan cerca que incluso las podía tocar...
Ahora todo eso se transforma en un grato recuerdo, que se repite una y otra vez hasta que sueñe tanto con volver a ese recuerdo que olvide cómo soñar. Y seguía ahí, como una princesa; bella, exuberantemente bella, la forma de la caída de mi pelo sobre mis hombros y la almohada me daba un toque de intocable, de divina y perfecta.
Estaba ahí, observándome; ¿observándome? Sí, observándome y cuidando de cada detalle de aquella habitación blanca y una cama donde estaba yo.
Y recordaba cosas en todo momento y un recuerdo me traía otro casi al instante. Recordé todas y cada una de las sensaciones placenteras que había experimentado en toda mi vida... recordé aquella flor en mi pelo que me coloqué delicadamente antes de dar un paseo, recordé el olor de la playa al amanecer, recordé el viento chocar en mi cara cuando corría, recordé también las caricias prohibidas, recordé la imagen perdida de mi primer amor, recordé el sabor de la lluvia acariciándome la espalda, recordé la luz de la luna y recordé tantas cosas que fui tan feliz que olvidé haberme visto a mí misma tiesa y sin vida.
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